jueves, 9 de abril de 2015

Los fantasmas de Kobayashi, Lafcadio Hearn y Soseki.

Hace unos días volví a ver El más allá (Kaidan -historias de fantasmas-, de 1964) de Masaki Kobayashi. La recordaba como una obra poética, más turbadora que terrorífica -tanto que pensaba en ella en blanco y negro (cuando en realidad es en color, con una inquietante fotografía (esa luz..., me digo, parece surgida de un sueño) de Yoshio Miyajima)-. En los créditos de inicio descubro que se basa en cuatro relatos de Lafcadio Hearn, pertenecientes a su libro Kwaidan: Historias y estudios de cosas extrañas, de 1903. La música (más bien el sonido) es de Toru Takemitsu, colaborador habitual de Kurosawa. En la primera historia, Pelo negro, un samurái abandona a su mujer para mejorar en estatus social, cuando regresa, arrepentido, ella le está esperando; La mujer de la nieve sorprende a unos leñadores perdidos bajo una tormenta invernal, mata a uno de ellos y perdona la vida del otro a cambio de su silencio; El hombre sin orejas es un trovador que cada noche recita el poema épico de una antigua batalla ante los espectros de los derrotados; en La taza de té un samurái adivina el rostro de un desconocido reflejado en la superficie, esa noche tendrá que batirse con él.
Recordaba vagamente el nombre de Lafcadio Hearn. Meses atrás había buscado uno de sus libros, que finalmente no encontré. Hearn nació en Grecia pero en 1890 se trasladó a Japón y terminó adoptando nacionalidad y nombre japoneses. Escribió artículos para The Harper´s Magazine, al igual que haría un siglo después David Foster Wallace. Quiso la providencia que esos días estuviera releyendo El caminante (1912) de Soseki. Resultaba paradójico que Hearn se instalase en Japón en plena era Meiji -época de apertura a Occidente (una cuestión presente en las novelas de Soseki -el desencuentro entre costumbres-, quien, a su vez, modernizó la escritura japonesa -la influencia de escritores rusos era obvia (por ejemplo, el personaje central de Daisuke lee Los siete ahorcados de Leonid Andréiev), además, Soseki, de joven, había (mal)vivido en Londres una temporada antes de publicar-)-, es decir, Hearn escapó a Japón justo cuando Japón -y Soseki- miraba a Occidente). En la introducción de El caminante, por Carlos Rubio, se lee que Soseki sustituyó en la universidad de Tokyo a Lafcadio Hearn como profesor de literatura inglesa ("Sus clases era áridas y analíticas a la inversa de las de su ilustre predecesor cuya elocuencia poética seguía resonando en los oídos de los alumnos japoneses"). En 1896 Hearn había publicado Kokoro: Hints and Echoes of Japanese Inner LifeKokoro (corazón) era, igualmente, una de las novelas más aclamadas de Soseki, escrita en 1914. Aquello parecía una de esas coincidencias que parecían perseguirme, es decir, que me diera por revisitar El más allá y El caminante, al unísono, sin conocer el hilo -aunque fino y contradictorio- que los unía.
Que existían vínculos entre Soseki y Hearn y entre éste y Kobayashi era evidente, sin embargo, para cerrar el triángulo fantasmal, debía encontrar algún nexo de unión entre Kobayashi y Soseki. Pero Kobayashi no utilizó ningún libro de Soseki como argumento. Revisando sus biografías creo dar con el dato que buscaba. Kobayashi nació en 1916, el mismo año que murió Soseki (curiosamente, el año de publicación de La metamorfosis de Kafka).

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