martes, 31 de marzo de 2015

Proust y La metamorfosis de Kafka.

Leía yo En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, el tercer libro, El mundo de los Guermantes, nada puede compararse a esta gran obra, me decía, cuando di con un pasaje que me dejó pensativo, en realidad muchos pasajes me impresionaban, por la insuperable expresividad de sus descripciones, por la inteligencia de sus razonamientos, por sus brillantes reflexiones y sus lúcidas observaciones, por la sensibilidad de sus apreciaciones, por su proximidad inesperada,..., pero ahora verán por qué este en concreto supuso para mí una revelación -no sé si reparada con anterioridad por algún lector o estudioso- sorprendente.
El narrador, enamorado de madame de Guermantes, decide cambiar de estrategia, una estrategia que hasta entonces había consistido en encontrarse "casualmente" con ella por la calle, un método que, lejos de resultar exitoso, parecía despertar cierto desagrado en la pretendida, así, tras haber sopesado la posibilidad de renunciar a dichos encuentros fortuitos para llamar la atención de su amada -en función de su ausencia- y concluir que para él iba a ser un esfuerzo inconmensurable y para ella algo insignificante, en lo que quizás ni repararía, piensa en visitar a su amigo, el oficial Robert Saint-Loup, sobrino de la Guermantes, al cuartel de Doncières, con la idea de proponerle que realice a su tía en próximas visitas a París algún comentario enaltecedor de su persona. Allí, en el hotel de aspecto antiguo donde se aloja esos días, y tras un inspirado y asombroso discurso acerca de los sueños, leemos al protagonista:

"Cuando había acabado de dormir, atraído por el cielo soleado (...); alzaba la cabeza y alargaba el cuello mientras mi cuerpo seguía semiescondido entre los cobertores; como una crisálida en vía de metamorfosis, era una criatura doble en cuyas diversas partes no convenía el mismo medio; a mi mirada le bastaba con el color, sin calor; mi pecho, en cambio, se cuidaba del calor y no del color".
(p. 50 en El mundo de Guermantes)

Anoté enseguida la expresión "como una crisálida en vía de metamorfosis", singular comparación para el momento del despertar, mientras me preguntaba si acaso Kafka no se habría inspirado en Proust para el inicio de La metamorfosis.